En la víspera de uno de los días más mágicos del año, los hornos de la Vega Baja no descansan. Toca hacer cientos y cientos de roscones. Se comen con chocolate, para desayunar, almorzar o merendar. Eso queda al gusto de cada uno. Llevan como siempre alguna que otra sorpresa. Unos mantienen el sabor tradicional pero hay quien también arriesga con la innovación.